Calvino, Italo (Santa María de las Vegas, Cuba, 1923–Scala, Italia, 1985)
Italo Calvino nace el 15 de octubre de 1923 en Santiago de las Vegas, Cuba, donde su padre enseña agricultura y floricultura. De regreso a Italia con su familia en 1925, completa sus estudios primarios y secundarios en San Remo. Su carrera universitaria en Agricultura, y luego en Literatura Inglesa, se desarrolla con interrupciones en Torino y Florencia (1941–1947) durante la Segunda Guerra Mundial y el auge del fascismo. En 1944, al ser llamado a alistarse como conscripto en la República Fascista de Salò, entra en la clandestinidad y se une al Partido Comunista y a la Resistencia como miembro de las Brigadas Garibaldi. Ya veterano de guerra, regresa a la Universidad de Turín, donde completa sus estudios en Literatura Inglesa en 1947 con una tesis sobre Joseph Conrad. Entre finales de 1940 y principios de 1950, se concentra en la escritura periodística y publica en revistas como Il Politecnico y L’Unità. En 1957, ante la desestalinización de la Unión Soviética y la represión del levantamiento popular húngaro, Calvino renuncia al Partido Comunista y se dedica de pleno a su tarea de escritor. Esta etapa coincide con su entrada en la Editorial Einaudi, en la que trabajará gran parte de su vida y publicará la mayor parte de su obra. En 1965 se traslada a París, donde reside hasta 1979 (Calvino 2004). De regreso a Italia, y hasta sus últimos años, Calvino se vuelca en otras artes como la fotografía, pintura y música (Ricci 2001; Mondadori 1995). En 1983 publica su última obra de ficción, Palomar. Hacia 1984 prepara sus ponencias para las Norton Lectures de la Universidad de Harvard, lo que da lugar a sus Seis propuestas para el próximo milenio (1989), trabajo que se publica a título póstumo, como muchas de sus obras tardías. Falleció prematuramente, a los 61 años. Su viuda, la argentina Esther Judith Singer «Chiquita» Calvino (Buenos Aires, 1825–Roma, 2018) continuó como traductora y fiel editora de la obra de su esposo. Giovanna Calvino, escritora, dedica actualmente parte de su carrera al gran legado de su padre. Asimismo, Calvino detalla minuciosamente aspectos de su vida, obra y carrera como autor en ensayos autobiográficos, entrevistas y correspondencia (Calvino 2004; McLaughlin 1998, pp. XI–XVI; Milanini 2000, pp. XLV–LXX; Calvino 2014).
La obra completa de Calvino en italiano fue compilada entre 1995 y 2000 en cuatro tomos por la Editorial Mondadori de Milán y abarca ficción, ensayos, correspondencia y diseños. Distintas partes de esta producción han sido traducidas a varios idiomas, entre ellos el alemán, español, francés, inglés y portugués. La obra de Calvino suele dividirse en dos etapas principales, fuertemente entrelazadas. Estudios incisivos sobre el autor y su arte han destacado una evolución diacrónica en su poética (McLaughlin 1998), que se sitúa entre el modernismo y el postmodernismo (Pilz 2005, pp. 1–23) y se manifiesta como un proyecto tanto intelectual como ético (Bolongaro 2003). En los primeros años de su carrera, Calvino se vuelca en un neorrealismo de tenor fantástico (Carter 1985) y alusión política (Re 1990). Durante este período, publica su primera novela, El sendero de los nidos de araña (1947), y títulos clave como Los jóvenes del Po (1951), El vizconde demediado (1952), El varón rampante (1957), y El caballero inexistente (1959). Si bien en la segunda etapa de su escritura Calvino no abandona por completo el género neorrealista (Re 1990; Pilz 2005), o el interés por el movimiento OULIPO (Motte 1999), ésta tiende a un postmodernismo enfocado al hiperrealismo, la cosmología y la cibernética (Hume 1992; Markey 1999; Bondadella, 2003, pp. 168–181; Pilz 2005). Ya de alcance internacional, la obra postmodernista de Calvino se distingue con títulos celebres como Las cosmicómicas (1965), El castillo de los destinos cruzados (1969), Las ciudades invisibles (1972), Si una noche de invierno un viajero (1979) y Palomar (1983). En cuanto a su extensa prosa crítica y ensayista, ésta incluye Seis propuestas para el próximo milenio (1989), Punto y aparte: ensayos sobre literatura y sociedad (1980); Por qué leer los clásicos (1991), y su correspondencia con autores, editores, críticos y otras figuras de la literatura y la cultura italiana e internacional (Mondadori 1995). En las postrimerías de una carrera de casi cuarenta años, Calvino recibe múltiples premios y honores, entre ellos el Premio Feltrinelli por Las ciudades invisibles (1972), el Premio del Estado Austríaco por la Literatura Europea (1976), la Orden Nacional de la Legión de Honor (1981) y el World Fantasy Award (1982). Entre sus ponencias internacionales sobresalen «Science et métaphore chez Galilée» (École des hautes études, Paris, 1983), «Mundo escrito y no escrito» (James Lectures, New York Institute for the Humanities, 1983) y, sobre todo, «On the Values of Literature» (Charles Eliot Norton Lectures, Universidad de Harvard, 1984–1985).
Aportaciones a la Tradición Clásica. Calvino propone una lectura sumamente vanguardista de lo clásico y su tradición. Si bien el autor no trata los textos grecolatinos de manera sistemática o como una preocupación constante en su escritura, éstos forman parte del extenso conocimiento literario e inflexión enciclopédica que impregna su obra. En líneas generales, las referencias al mundo clásico predominan en sus ensayos críticos, mientras que en su ficción tienden a ser de carácter breve o alusivo. La mirada de Calvino hacia la Antigüedad surge, fundamentalmente, de una poética combinatoria. Su modo de interpretar el pasado clásico, como cualquier otro período cultural que trata en sus escritos, es parte de una visión que intenta poner la literatura en un diálogo fluido con la filosofía y la ciencia (Pilz 2005). En sus lecturas del canon, Calvino atribuye un rol significativo a la lógica, la cognición de los sentidos, los procesos mnemotécnicos, la relación entre la subjetividad y objetividad, algunos aspectos de la física y, ya en un plano hiperreal, a la superposición de estructuras geográficas, geométricas, arquitectónicas y temporales, entre otros tantos elementos. Como veremos, esta perspectiva aporta una lectura radical sobre la Antigüedad, su identidad y el modo de diseminación que ésta asume en nuestra modernidad. El clasicismo de Calvino es además producto de un extenso diálogo con autores intermediarios, sobre todo aquellos que el autor incluye en Por qué leer los clásicos (e.g. Ariosto, Dante y Galileo). A su vez, las poéticas contemporáneas de Pavese, Vittorini, Gadda, Queneau y J. L. Borges configuran su postura sobre las distintas maneras de comprender las formas que adquiere el clásico en la cultura y literatura de su presente. Por último, la sensibilidad social y política de Calvino a lo largo de su carrera marcan una conciencia ética en su obra, en particular la tardía, en la que el autor otorga a textos que van desde Homero hasta Plinio el Viejo valores fundamentales al promulgar la supervivencia de la literatura en el siglo XXI.
Clásicos para nuestra modernidad. Si bien se podría argüir que la totalidad de la obra de Calvino habla de su sentido de la Tradición Clásica, dos textos son los que ahondan más en sus ideas: Por qué leer los clásicos (PQLC 1991) y Seis propuestas para el próximo milenio (SPPM 2018). En estos ensayos, Calvino se explaya detenidamente sobre los autores que conforman, por así decirlo, «su canon clásico» (García Jurado 2016, pp. 201–202; Jansen 2018, pp. 130–131). En PQLC, esta lista incluye a Homero, Jenofonte, Ovidio y Plinio el Viejo y, en SPPM, a Homero, Lucrecio y Ovidio, y muy brevemente a Euclides, Parménides, Platón y Luciano de Samosata. Es notable en estos tratados la ausencia de los dramaturgos, filósofos e historiadores griegos y romanos, y, especialmente la de Virgilio, cuya obra solo recibe una mera cita sobre el inframundo de la Eneida en el contexto de Dante (Calvino 2018, p. 202). Dicha exclusión puede interpretarse como una cuestión de gusto personal; sin embargo, el lugar central que Calvino otorga a ciertos autores antiguos ofrece una clave de entrada a su propio clasicismo. Ambos textos detallan su predilección por textos clásicos que se distinguen por su calidad de «modernos». Entre éstos se encuentran los siguientes: la Odisea de Homero, que Calvino destaca por su temporalidad y narratología experimental; la Anábasis de Jenofonte, por su carácter de documental cuasi-visual; De rerum natura de Lucrecio, por develar el universo invisible del átomo en nuestra realidad; las Metamorfosis de Ovidio, por el sentido de contigüidad que organiza su compleja arquitectura; y la Historia natural de Plinio por su impulso enciclopédico y sin fin. Esta preferencia habla de un clasicismo de tono cognitivo, científico y cosmográfico, afín a la poética combinatoria del autor y a su ambición de extender el campo de la ficción a los límites de lo imposible, como es el caso de Las ciudades invisibles y Palomar. Visto desde otra perspectiva, se podría concluir que esta configuración del canon grecolatino a su vez aporta un modernismo de tenor altamente clásico en la obra de Calvino.
La diseminación del clásico en el presente: relectura y sintonización. En PQLC, Calvino elabora catorce definiciones del canon clásico antiguo y moderno, desde Homero hasta Borges, Gadda y Pavese. Las primeras definiciones (1–6) se concentran en la cuestión de qué es un clásico y cómo lo leemos hoy en día. Calvino aquí introduce su noción del canon como artefacto de relectura, cuyo mensaje es necesariamente múltiple e infinito:
Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: «Estoy releyendo…» y nunca «Estoy leyendo…» […] Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera. […] Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura […] (Calvino 2012, pp. 7–9).
La relectura del clásico en estas líneas apunta a la idea de una diseminación y recepción sin fin: «6. Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir». Es decir, el clásico es un texto que, incluso si lo leemos por primera vez, se presenta ante la comunidad de lectores como «algo ya leído» y, a la vez, como algo que nunca se termina de leer, si se quiere comprender:
7. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres) (Calvino 2012, p. 9).
Leer un clásico por primera, segunda o tercera vez es, en efecto, releer parte de la historia de su tradición y recepción a lo largo de los siglos, ya que cada lector deja una impresión de su lectura en una comunidad de relecturas que, a su vez, se diseminan en distintas lenguas, culturas y costumbres. El clásico es entonces una historia «ya sabida» en el consciente individual y colectivo, aunque jamás lo hayamos leído. Cabe destacar que, por otra parte, y quizá paradójicamente, Calvino representa la integridad del clásico como algo absolutamente inmune a la crítica:
8. Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima (Calvino 2012, p. 10).
Esta visión metafórica del canon y su relación con la interpretación tiene puntos en común con la poética visual del átomo y su movilidad en Lucrecio (2, 114–124; Calvino 2018, p. 12), el poeta latino más admirado por Calvino (Jansen 2018, pp. 131–132). A su vez, esta imagen concuerda con la poética combinatoria de nuestro autor, que principalmente apela a la física para comprender aspectos de la literatura, su tradición y recepción. Para Calvino, si bien el clásico es receptivo a infinitas relecturas e interpretaciones, su identidad propia permanece inalterable, como los átomos que presenta el universo en De rerum natura (vide infra). Ya hacia sus últimas definiciones, Calvino acude a la imagen del ruido como vehículo heurístico:
Para poder leer los libros clásicos hay que establecer desde dónde se los lee. […] Tal vez el ideal sería oír la actualidad como el rumor que nos llega por la ventana y nos indica los atascos del tráfico y las perturbaciones meteorológicas, mientras seguimos el discurrir de los clásicos, que suena claro y articulado en la habitación. Pero ya es mucho que […] la presencia de los clásicos se advierta como un retumbo lejano, fuera de la habitación invadida tanto por la actualidad como por la televisión a todo volumen. Añadamos por lo tanto:
13. Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo.
14. Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone (Calvino 2012, p. 12).
Son contados los autores del siglo XX que ofrecen una imagen tan ingeniosa y relevante de clásico en términos de nuestra modernidad y tecnología. Calvino no concibe la Tradición Clásica como un proceso que debe recibirse con veneración, en absoluta soledad y excluyendo nuestro entorno. Tampoco considera el clásico como un objeto solemne y silencioso, o ajeno a nuestra realidad. Al contrario, Calvino sostiene que su tradición es «ruidosa», y que su sentido de vigencia en el día a día de sus lectores debe forcejear con el ruido de fondo, la bulla de nuestra cotidianeidad. Nuestra tarea como lectores es entonces sintonizar las discordancias de ambos «ruidos», textos del pasado y lectura en el presente, con el fin de leer a un Homero u Ovidio en el contexto de nuestra propia realidad.
El clasicismo combinatorio y la lectura «física» de la tradición como aportación a la tradición literaria del futuro. Calvino parte de la imagen de la literatura concebida como un universo infinito:
En el universo infinito de la literatura se abren siempre otras vías que explorar, novísimas o muy antiguas, estilos y formas que pueden cambiar nuestra imagen del mundo […]. Pero si la literatura no basta para asegurarme que no hago sino seguir sueños, busco en la ciencia alimento para mis visiones, en las que toda pesadez se disuelve (Calvino 2018, p. 19).
Como hemos observado, la poética combinatoria de Calvino se caracteriza por poner la literatura en un diálogo sostenido con aspectos de la ciencia (Pilz 2005). Esta poética, a su vez, forma el clasicismo del autor, un clasicismo al que también podemos identificar como combinatorio. Uno de los ejemplos más contundentes de esta combinación de clásicos y ciencia se encuentra en Seis propuestas para el próximo milenio. Estos ensayos conciernen a cinco elementos de la física: I. «Levedad»; II. «Rapidez»; III. «Exactitud»; IV. «Visibilidad»; V. «Multiplicidad»; (y VI. «Consistencia», no escrito), que el autor traza como una suerte de historia literaria clásica y moderna. El primer ensayo de la colección, «Levedad», ofrece un buen punto de partida para comprender cómo esta cualidad ofrece un vehículo de lectura novedoso del clásico y su tradición en la Modernidad de Calvino. En este texto, Calvino se concentra en cómo la levedad, una propiedad física de la literatura que en el ensayo emerge como opuesta a la gravedad, hace de la poesía de Lucrecio y Ovidio una relectura ágil de la tradición oral de la ciencia y metafísica griega. Esta tradición supone un modelo a seguir en la literatura del futuro:
De rerum natura de Lucrecio es la primera gran obra de poesía en la que el conocimiento del mundo se convierte en disolución de la compacidad del mundo, en percepción de lo infinitamente minúsculo y móvil y leve. […] Si el mundo de Lucrecio está hecho de átomos inalterables, el de Ovidio está hecho de cualidades, de atributos, de formas que definen la diversidad de cada cosa, cada planta, cada animal, cada persona; pero éstas no son sino tenues envolturas de una sustancia común que —si la agita una pasión— puede transformarse en algo absolutamente diferente […]. Tanto en Lucrecio como en Ovidio la levedad es una manera de ver el mundo fundada en la filosofía y la ciencia: las doctrinas de Epicuro para Lucrecio, las doctrinas de Pitágoras para Ovidio […]. Pero en ambos casos la levedad es algo que se crea en la escritura, con los medios lingüísticos propios del poeta, independientemente de la doctrina del filósofo que el poeta declara profesar (Calvino 2018, pp. 20–2).
Calvino liga aquí relecturas del pasado clásico con el incierto futuro de la literatura del siglo XXI, visto desde fines del siglo XX. Si seguimos la lógica del autor en PQLC, Lucrecio y Ovidio también debieron de releer, o reinterpretar, la tradición oral de Epicuro y Pitágoras en un proyecto cuyo fin fue reducir el peso de esta tradición. En sus poemas sobre la «disolución de la compacidad del mundo» y las «formas que definen la diversidad de cada cosa», Lucrecio y Ovidio ofrecen una nueva visión del atomismo y la metempsicosis, caracterizada por su agilidad artística y lingüística y su «manera de ver el mundo fundada en la filosofía y la ciencia». Calvino, a su vez, contribuye a este proyecto con una mirada igualmente combinatoria. En «Levedad», el autor recalibra la Tradición Clásica, ya «aligerada» por Lucrecio y Ovidio, en una lectura contemporánea y radical sobre el valor que aporta la noción de la levedad, no solo en De rerum natura y las Metamorfosis, sino también en su propia obra (Modena 2011):
Tras cuarenta años de escribir ficción, tras haber explorado distintos caminos y hecho experimentos diversos, ha llegado el momento de buscar una definición general para mi trabajo; propongo ésta: mi labor ha consistido las más de las veces en sustraer peso; he tratado de quitar peso a las figuras humanas, a los cuerpos celestes, a las ciudades; he tratado, sobre todo, de quitar peso a la estructura del relato y al lenguaje.
El futuro de una tradición literaria «sin peso», como la que propone Calvino para nuestro milenio, es aún incierto en el devenir de nuestras culturas literarias. Más contundentes son las cualidades de su clasicismo, que propone acoplar ramas de la ciencia y la ficción en una lectura de la Tradición Clásica que se podría llamar «física». Por medio de conceptos como la levedad, el sentido del ruido y otros tantos elementos, como la exactitud, visibilidad, multiplicidad y los sentidos, el autor propone un sistema, entendido como physis, de interpretación del canon clásico, su identidad, movilidad y relación con el lector en el tiempo y el espacio hacia finales del siglo XX. Se podría concluir que este sistema, esta física de lecturas sobre los clásicos y su tradición, opera de manera similar al sistema combinatorio de los átomos de Lucrecio, o de las formas variadas de Ovidio, que se combinan y recombinan perpetuamente en nuevas reconfiguraciones o relecturas. Esta mirada hacia los clásicos concuerda con, por ejemplo, la poética de Las ciudades invisibles, en la que Calvino traza un repertorio de ciudades cuyas combinaciones son infinitas. Es así como el canon clásico se presenta ante la comunidad de lectores según Calvino: como un sistema cuya física guía al lector a múltiples relecturas y, por ende, a un espacio de recepción sin fin. En un momento bisagra de la literatura italiana de postguerra, ante la llegada del postmodernismo, la Tradición Clásica emerge en la obra de Calvino como un modelo en línea con las características más vanguardistas del autor.
Bibliografía
Obra de Calvino
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— Palomar, Madrid, Siruela, 2012.
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— Por qué leer los clásicos, Madrid, Siruela, 2012.
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— Punto y aparte. Ensayos sobre literatura y sociedad, Madrid, Siruela, 2013.
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— Si una noche de invierno un viajero, Madrid, Siruela, 2017.
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— El caballero inexistente, Madrid, Siruela, 2018.
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— Seis propuestas para el próximo milenio, Madrid, Siruela, 2018.
General
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Laura Jansen