Diccionario Hispánico de la Tradición y Recepción Clásica
Diccionario Hispánico de la Tradición y Recepción Clásica

Caro, Miguel Antonio (Bogotá, 1843–Bogotá, 1909)

El más importante humanista colombiano del siglo XIX nació en Bogotá en 1843. Es hijo del poeta, intelectual y político José Eusebio Caro y nieto de Miguel Tobar y Serrate, quien, además de funcionario colonial e importante abogado, era un gran conocedor de la lengua latina. Precisamente, su formación humanística la inició Miguel Antonio en la biblioteca de su abuelo, donde destacaban las obras de Horacio y Virgilio, además de los clásicos españoles. Se ha señalado que la influencia de José Eusebio fue decisiva en la formación del pensamiento de Caro, pues le inculcó su espíritu conservador, defensor de la tradición hispánica, pero también el amor por la gramática y la versificación fue producto de la influencia de su abuelo, con quien vivió entre los 7 y los 18 años, luego del exilio de su padre por causas políticas. Fue condiscípulo de Rufino José Cuervo, primero en el Liceo de la Familia, donde recibieron clases de gramática de parte del excelente latinista venezolano Antonio José de Sucre, sobrino del Gran Mariscal de Ayacucho, y luego en el colegio de San Bartolomé, donde también tuvo excelentes profesores que estimularon su interés por las disciplinas humanísticas, hasta el punto de que por esta época inició sus traducciones de Virgilio y sus estudios sobre Catulo, Horacio y Ovidio. Es importante subrayar que Caro no pudo completar su formación en la educación superior, pero su vocación autodidacta, al igual que la de Cuervo, se ve plasmada en la rica biblioteca que consolidó y que actualmente se conserva en el Fondo Caro de la Biblioteca Nacional de Colombia.

Crítico literario. En su libro Historia de la crítica literaria en Colombia, David Jiménez cita a Antonio Gómez Restrepo, quien afirma que es Miguel Antonio Caro el iniciador de la crítica literaria en Colombia; aunque discute esta afirmación, Jiménez precisa que, frente a sus contemporáneos, «Miguel Antonio Caro se presenta con un instrumental crítico más coherente y como autor de estudios más sistemáticos» (1992, p. 56). Sin embargo, Jiménez señala que los estudios de Caro sobre Virgilio, a menudo criticados por sus contemporáneos por estar inmersos en el pasado y, por ello, descuidando la mirada sobre el presente de la cultura colombiana, «eran parte de una estrategia cultural y política, algo así como los cimientos de una construcción histórica donde asentar el presente» (1992, p. 57).

En efecto, Caro siempre concibió su labor intelectual como un proceso de revisión de las bases culturales de Occidente que permitiera consolidar la cultura de su momento. Cuando se le reprochó su excesivo interés por el pasado, sus defensores argumentaron que la distancia en el tiempo y en el espacio era indispensable para garantizar la serenidad e independencia de juicio. Caro defiende, según destaca Jiménez, dos elementos centrales de la crítica: la importancia y originalidad de la tradición hispánica, con todas las implicaciones que ello conlleva para la cultura hispanoamericana, y la relación entre poesía y religión, insistiendo en el origen religioso de la poesía.

En su defensa de la tradición y del hispanismo, Caro señala cómo la ruptura con la escolástica, que se produce en el Renacimiento, es la que permite un amplio desarrollo tanto de las ciencias como de la crítica en Europa, mientras la poesía decae, puesto que le falta su esencia, que para el estudioso colombiano es el pensamiento religioso. Según este planteamiento, en España la poesía se mantiene vigorosa porque se trata de una nación eminentemente poética, esto es, heroica y creyente, pues, aunque el Renacimiento promovió el gusto por lo antiguo y lo clásico en autores como Garcilaso, esa imitación no representa el verdadero espíritu español.

Caro subraya la relación entre poesía y religión, al considerar que el elemento esencial del arte es la «idealidad», una realidad superior a la experiencia como modelo imperativo, fuera de la historia, por encima de ella. Esta es la razón por la cual los verdaderos clásicos de la literatura son eternos, ya que en ellos se realiza lo esencial del arte verdadero. «Todo ideal es directa o indirectamente religioso», afirma Caro (1951, p. 367), y en sus estudios virgilianos se sustenta esta afirmación, pues si bien la Eneida es un poema nacional, va más allá en la medida en que expresa el género humano mediante un pensamiento universal que surge de la visión religiosa: «este pensamiento consiste, a mi modo de ver, en que siempre se refiere al hombre, a la especie, el presente a lo porvenir y todo a una voluntad divina» (Caro 1985, p. 117). Asimismo, retoma en sus trabajos la concepción de Virgilio como «precursor del verbo». Este no es más que un ejemplo del esfuerzo de Caro por defender su ideal religioso, la expresión de su dogmatismo en la medida en que supone que el valor del arte y de la poesía es su vinculación con esa «verdad», que identifica con la ortodoxia católica.

Las humanidades clásicas son, para Caro, parte fundamental de una educación que configure una disciplina mental que permita equilibrar lo bello con lo útil. Los textos de la literatura antigua constituyen los modelos eternos que conducen a la verdad, en este sentido, concluye David Jiménez: «Podría decirse que la belleza proviene de las fuentes clásicas, así como la verdad procede del catolicismo» (1992, p. 67).

Otro ejemplo que puede ser ilustrativo del pensamiento de Caro y de la solidez de su compromiso con la fe cristiana es su actividad periodística. Fundó en 1871 El Tradicionista, periódico que tuvo como objeto defender la doctrina cristiana, siguiendo los postulados del papa Pío IX expresados en la encíclica Quanta Cura, de 1864 y en el Syllabus, en claro combate contra las tesis del utilitarismo, del positivismo y del llamado pensamiento modernista. En este sentido, Caro siguió de cerca al polemista ultramontano francés Louis Veuillot, periodista que profesaba un catolicismo combativo en defensa de dogmas como el de la infalibilidad papal, a quien incluso invitó a colaborar en su periódico. Toda esta problemática se refleja también en sus escritos políticos y económicos tanto como en sus debates doctrinarios y apologéticos.

Hombre de estado. Otro aspecto fundamental en la actividad de Miguel Antonio Caro es su papel como político y estadista, tanto que llegó a ser presidente de la república. Destacando su pensamiento en relación con la administración pública, Darío Mesa (2014) apunta que Miguel Antonio Caro estaba al tanto de los grandes debates económicos y políticos que se desarrollaban a propósito de la moneda en países como Inglaterra, Francia y los Estados Unidos de Norteamérica. Muy interesado en el proceso de construcción de la economía colombiana, comprendía el problema del dinero como un sistema determinado por un contexto económico, pero también político, jurídico, cultural, entre otros, que sugiere que, en el pensamiento de Caro, existía la idea de una sociedad civil.

Señala Mesa que, en sus escritos sobre cuestiones económicas, redactados entre 1890 y 1903, Caro defiende, como pensador y como político, la obra de la Regeneración en materia monetaria, con sólidos argumentos de economista, aunque sin serlo. En este punto, la argumentación de Mesa parece muy pertinente, pues dice:

Tengamos en cuenta que Caro no es un economista, pero al llegar a este punto él ya había pasado —lo digo deliberadamente porque tuvo consecuencias en la conformación de su espíritu— por la escuela de los clásicos y particularmente por el pensamiento latino; tradujo toda la obra de Virgilio y estudió las letras latinas con una asiduidad sin paralelo en Colombia. Probablemente eso adecuó su espíritu para distinguir los matices, para poder captar y expresar el peso específico de cada uno de ellos en el conjunto de la reflexión; para tener lo que Pascal llamó en el siglo XVII el «espíritu de sutileza», ese esprit de finesse sin el cual la ciencia moderna no podría existir (Mesa 2014, p. 41).

Sin embargo, no se puede dejar de subrayar que en sus seis años al frente del poder ejecutivo, cuatro como vicepresidente (1892–1896) y dos como presidente (1896–1898), Caro actuó con mano de hierro para defender sus ideales, acudiendo a la censura y a la persecución política con el fin de conservar la jerarquización social y el principio de autoridad. Se le considera uno de los ideólogos y principal redactor de la Constitución política de 1886, que se concibió como reacción a la constitución laica y liberal de 1863. En la nueva Constitución, Caro reafirma la preeminencia de la Iglesia Católica, asegurando para ella el monopolio de la educación pública y la posibilidad de que el clero pudiera intervenir en la política estatal. Del mismo modo que otorgaba a la Iglesia el derecho de orientar el sistema educativo, se le asignaba la sanción de las teorías científicas y las tesis filosóficas que se podían difundir.

Producción intelectual. Comenta Olaya (2018, p. 18) que el universo de Caro es el del verso y de la poesía, aunque es notable su amplio trabajo crítico en prosa, que se expresa en introducciones, comentarios y artículos. En compañía de Rufino José Cuervo escribió la Gramática de la lengua latina para el uso de los que hablan castellano, publicada en 1867, de la cual se han hecho diez ediciones. Esta obra fue adoptada como texto en el Seminario Conciliar y en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y, más adelante, en la recién fundada Universidad Nacional de Colombia, donde Miguel Antonio Caro fue profesor. En su monumental estudio sobre el latín en Colombia, Rivas Sacconi, dentro del capítulo acerca de Miguel Antonio Caro, organiza su obra humanística en cuatro secciones; destaca en primer lugar su colaboración con Rufino José Cuervo en la Gramática de la lengua latina, luego la traducción de autores romanos, más adelante los trabajos críticos sobre temas de literatura clásica y, en último lugar, ubica su producción latina en verso y prosa (Rivas 1993, p. 354).

La obra de Virgilio. Resulta innegable que el aporte más significativo de Caro al estudio de las letras latinas es su traducción de toda la obra de Virgilio, así como el amplio y erudito aparato crítico con que la acompañó. Esta versión, que es la primera de la obra completa realizada en Colombia, se comenzó a publicar en 1873; en este año «dio a luz dos tomos con la versión de las Églogas, de las Geórgicas y de los seis primeros libros de la Eneida, y en 1876 otro con los seis libros restantes» (Rivas, 1993 p. 356). Caro siguió revisando sus versiones, y en sucesivas ediciones las enriqueció con múltiples comentarios. La edición definitiva se publicó en 1943, como homenaje por el centenario de su nacimiento. Fiel a sus ideas sobre la traducción, vertió toda la obra en verso; para las Bucólicas utilizó diversas combinaciones de versos endecasílabos y heptasílabos rimados; para las Geórgicas, versos endecasílabos sueltos y para la Eneida, las octavas reales. Aunque por lo general estas traducciones fueron bien acogidas, la utilización de las octavas reales desató polémicas en las que Caro se defendió con firmeza. Aunque Menéndez Pelayo exaltó esta traducción, el filólogo español no dejó de considerar que la utilización de las octavas como un «vicio capital» de este trabajo (apud Rivas 1993, p. 366n). Con todo, el mérito de esta traducción le valió a Caro su nombramiento como primer miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua (Noria 2019, p. 16).

Precisa Olaya que, en su Introducción a la Eneida, Caro destaca dos aspectos, de un lado, la presencia de Roma como elemento que le confiere unidad al texto, y, de otro el carácter filosófico y teológico del poema, pues, cuando se pregunta la razón de la pervivencia de este texto, responde señalando el pensamiento religioso de Virgilio. Estas afirmaciones son consideradas por Aurelio Espinosa Polit (1956), jesuita ecuatoriano y tal vez el mejor traductor de Virgilio, como parte de esa contribución tan significativa del filólogo colombiano a la comprensión del texto virgiliano, en estos términos:

[…] pero su originalidad mayor como crítico consiste en haber visto en el enfoque religioso dado por Virgilio a su epopeya el secreto de la universalidad de ésta, por cuanto la misión religiosa confiada por la providencia al héroe de la misma, con toda naturalidad se convertía en símbolo de la misión personal que trae todo hombre al venir a este mundo (Espinosa Pólit 1956, p. 88).

Esta tesis de Caro se comprende muy bien dentro de su pensamiento religioso porque, como muchos estudiosos anteriores, también él le atribuye a Virgilio un vago presentimiento cristiano a partir de la Bucólica IV.

Traductor. Párrafo aparte merecen las ideas de Caro sobre la traducción de obras poéticas. Tanto en la presentación de sus Latinae interpretaciones, de 1899 (recogidas en Versiones latinas, 1951) como en la introducción a sus Traducciones poéticas, escrita en 1888, manifiesta sus ideas sobre la traducción de la poesía en estos términos: Iis quod addam nihil habeo, quorum summa est: poetas, mea opinione, fideliter, ac simul, quantum fieri potest converti oportere, texto que Olaya traduce como «nada tengo que añadir a eso, que se resume en que, en mi opinión, los poetas deben traducirse con fidelidad y a un mismo tiempo, en lo posible, poéticamente» (2018, p. 23). Fidelidad antes que literariedad y, por ello, el ejercicio de la traducción poética requiere cualidades especiales que sin duda Caro tenía: «Sus traducciones son, pues, traducciones en verso. Y no lo hizo a la ligera; estudió cuidadosamente la métrica española, comentó la Ortología y métrica de Bello y escribió otros estudios sobre métrica» (Olaya 2018, p. 23).

También se ocupó Caro de comentar la iconografía virgiliana, particularmente de los retratos de Virgilio en pintura y escultura, así como de diversas escenas de la Eneida en un artículo titulado «Virgilio estudiado en relación con las bellas artes», firmado con el seudónimo de Aurelio que se publicó en el Papel Periódico Ilustrado de Bogotá, pp. 34 a 38 del 22 de septiembre de 1882, donde afirma «Si hemos de estudiar la Antigüedad con el auxilio de la Antigüedad misma, bueno fuera que las ediciones de poetas clásicos sacasen, bien escogidas o interpoladas, figuras tomadas directamente de las estatuas, bajos relieves, vasos y demás reliquias arqueológicas, que se conservan en los museos de Europa […]».

También tradujo Caro toda la obra de Tibulo, buena parte de la de Propercio, la de Horacio y la de Catulo, algunas elegías de Ovidio, a Lucrecio, Pseudo-Galo, Marcial y Séneca, al igual que algunos textos bíblicos. Pero también se interesó por poetas modernos y en sus Versiones latinas, Latinae interpretationes, recoge 99 poemas en versificación latina, entre los que destacan 38 de su padre, José Eusebio Caro, pero también de Andrés Bello, Manzoni y Rodrigo Caro, con un texto introductorio y un prefacio, todo en latín. Con todo, una obra a la que su autor tuvo en gran aprecio y dejó organizada para su publicación es la compilación de sus poesías latinas, bajo el título de M. Antonii Cari Carminum Libri tres, obra que, organizada al modo alejandrino, constaba de Elegía (a manera de presentación); Libro I: Praefatio y 52 poesías; Libro II: 52 poesías; Libro III-: 67 poesías. También Caro hizo una versión castellana de 82 de estos poemas. Precisa Olaya que «Los metros más usados son el hexámetro y el dístico elegíaco, pero utiliza también otros; por ejemplo, la estrofa sáfica o el dímetro yámbico (en un himno al Romano Pontífice y en un himno a San Pedro Claver, quizá para tener en cuenta un metro frecuente en himnos eclesiásticos» (Olaya 2018, p. 27). Mención especial merece Cygneus cantus sive poetae iam senis apologia de vita sua, considerado el poema latino original más importante de Caro (Norias 2019, p. 18). Escrito el día en que cumplió 60 años, tiene un marcado contenido autobiográfico; se trata de una elegía que consta de 72 versos, 36 dísticos a través de los cuales hace un examen de su pasado y algunas reflexiones sobre el porvenir.

Conclusión. Desde su infancia, bajo la influencia de su padre poeta y de su abuelo latinista, recibió Caro una formación sustentada en la ortodoxia católica y en la tradición hispánica, de un lado, y en el amor a las letras clásicas, del otro. La instrucción escolar bajo la égida de notables latinistas y su formación autodidacta, a partir de la biblioteca del abuelo, lo pusieron en contacto con la tradición cultural de Occidente, lo llevaron a realizar serios estudios lingüísticos, de crítica literaria y de aplicación pedagógica. Sus indagaciones lo condujeron por el camino de la filología, al punto de convertirse en el humanista colombiano más importante del siglo XIX. Fue un notable traductor, particularmente de los poetas romanos de la época imperial, y contribuyó con su erudición a profundizar en su conocimiento y difusión.

Sin embargo, su participación en la política partidista lo convirtió en un hombre de Estado inmerso en diversas polémicas a partir de compromisos ideológicos que lo llevaron a actitudes autoritarias que con frecuencia generaron el rechazo hacia sus logros intelectuales. Por esta razón, buena parte de la obra de Miguel Antonio Caro sigue esperando un estudio en profundidad, que termine de valorar su aporte a la Tradición Clásica en aspectos como la justeza de sus traducciones, la riqueza de sus interpretaciones sobre los textos de autores latinos, el amplio conocimiento de la métrica clásica, que le permitió aclimatarla de manera solvente al verso español, como expresó en varios artículos específicos todavía poco conocidos, y sus aportes al estudio de la gramática latina.

Bibliografía

Caro, Miguel Antonio. Obras completas, t. 8, Bogotá, Imprenta Nacional, 1945.

— «La religión y la poesía», en Artículos y discursos, Bogotá, Iqueima, 1951, pp. 367–392.

Versiones latinas, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1951.

Estudios virgilianos (Primera serie), Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1985.

Espinosa Pólit, Aurelio. «Miguel Antonio Caro, intérprete de Virgilio», en Thesaurus 11/1 (1955–1956), pp. 75–92.

Jiménez Panesso, David. Historia de la crítica literaria en Colombia, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia–Instituto Colombiano de Cultura, 1992.

Mesa Chica, Darío. Miguel Antonio Caro: el intelectual y el político, ed. de Clemencia Tejeiro Sarmiento, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2014.

Noria Miguel, David Gerardo. El Canto del cisne de Miguel Antonio Caro, Ciudad de México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2019. Tesis de Licenciatura.

Olaya Perdomo, Noel. «Obra latina de don Miguel Antonio Caro», en Forma y Función 31/1 (2018), pp. 9–32.

Rivas Sacconi, José Manuel. El latín en Colombia, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1993.

Jorge Enrique Rojas Otálora

© 2025

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional.