Diccionario Hispánico de la Tradición y Recepción Clásica
Diccionario Hispánico de la Tradición y Recepción Clásica

historiografía literaria

De «historia» y «grafía», en el sentido de «escribir la historia», y litterarius -a -um, relativo a la escritura o la lectura (Al. Literaturhistoriographie, Ing. Literary Historiography, Fr. Historiographie Littéraire, It. Storiografia Letteraria).

Según el Diccionario de la Lengua Española (DLE), el término «historiografía» presenta una triple acepción:

  1. f. Disciplina que se ocupa del estudio de la historia.
  2. f. Estudio bibliográfico y crítico de los escritos sobre historia y sus fuentes, y de los autores que han tratado de estas materias.
  3. f. Conjunto de obras o estudios de carácter histórico. (DHL, s. v. «historiografía»)

La primera acepción viene a decirnos, literalmente, que el ejercicio de «escribir» acerca de lo sucedido es lo que constituye, en realidad, el estudio de la historia como tal, de manera que habría una suerte de identidad entre la «historia» en calidad de conjunto de sucesos y la plasmación escrita de tales sucesos, o «historiografía». La segunda acepción nos lleva al análisis de los escritos y las fuentes históricas, con lo que pasaríamos a una suerte de segundo grado en nuestro estudio, pues ya no se referiría tanto al hecho de escribir directamente acerca de los sucesos como al de analizar los relatos ya escritos por otros. En este sentido, la historiografía tendría más que ver con el análisis de las interpretaciones que en momentos diferentes se han hecho de un suceso dado. Finalmente, la tercera acepción nos lleva al acervo bibliográfico de las obras históricas.

La historiografía literaria, de manera más específica, presenta también estas tres acepciones: en primer lugar, como el ejercicio de escribir la historia de la literatura, bien de manera general, bien de una nación concreta; en segundo lugar, tendría que ver con el estudio de las historias de la literatura ya escritas, o aquellos documentos que han contribuido a la construcción de esta historia y, en tercer lugar, habría de considerar el conjunto de obras, tanto primarias como críticas, que dan lugar al acervo bibliográfico y documental que nos permitiría llevar a cabo el estudio de la historia literaria.

De forma aún más concreta, estas tres acepciones podrían aplicarse perfectamente al análisis de la Tradición Clásica, entendida como una forma particular de historiografía literaria.

En lo que respecta a la primera acepción del DLE, la Tradición Clásica se constituyó como disciplina académica a partir de autores como Domenico Comparetti (1872) o Marcelino Menéndez Pelayo (1885), a finales del siglo XIX. La disciplina se concibió como un relato destinado al estudio de la «historia» de los autores grecolatinos a lo largo de las diferentes etapas de las literaturas modernas, de manera preferente, durante la Edad Media (en el caso de Comparetti) y a partir del Renacimiento (en el caso de Menéndez Pelayo). De hecho, el relato de la Tradición Clásica hubiera sido impensable sin el desarrollo previo de otra materia esencial: la historia de las literaturas nacionales, tanto de las antiguas como de las modernas. Por esta razón, resulta interesante ver cómo a lo largo del siglo XIX se fue desarrollando esta nueva materia consistente en el estudio de la historia de las diferentes literaturas nacionales, como si de las biografías de sus respectivos pueblos se tratara. Esta nueva perspectiva fue la que hizo posible que, al cabo del tiempo, la Tradición Clásica fuera concebida también como una historia, en este caso, la de la presencia de los autores clásicos dentro de cada una de estas modernas literaturas.

En lo que respecta a la segunda acepción del DLE, el estudio bibliográfico y crítico de los autores que han tratado sobre la materia nos llevaría a un doble nivel, dependiendo de que consideremos a los autores que «han cultivado» la Tradición Clásica en calidad de creadores, o aquellos que «han estudiado» la propia Tradición Clásica generada por los primeros. Podemos llevar a cabo, pues, un estudio centrado bien en los creadores, bien en los críticos. Ambos campos se encuentran reunidos en la Bibliografía hispano-latina clásica de Menéndez Pelayo, quien, inspirado por la metodología positivista de su época, intentó recoger «todo» lo que tenía que ver con la transmisión material y documental de los clásicos, como los códices, las ediciones o los comentarios, así como las traducciones y los estudios críticos, sin perder de vista lo que él mismo denominó, las «imitaciones y reminiscencias» de tales clásicos en la literatura española (Menéndez Pelayo 1950–1953). Gilbert Highet, por su parte, hará un relato completo de los cultivadores de la Tradición Clásica en su obra titulada The Classical Tradition (Highet 1949). Como ejemplo de recopilación en segundo grado tenemos los estudios bibliográficos de Camacho Rojo (1991, 2004 y 2008). Estos estudios suelen seguir varios criterios de ordenación, según los asuntos analizados (por géneros, autores antiguos, autores modernos, etc.). Como luego tendremos ocasión de ver con más detalle, tres son básicamente las formas de presentar la Tradición Clásica en calidad de historia relatada: el criterio bibliográfico (Menéndez Pelayo 1950–1953), el relato a manera de una historia literaria (Highet 1949) y la presentación enciclopédica (Grafton et alii​ 2010).

Finalmente, en lo que respecta a la tercera acepción del DLE, el conjunto de obras de carácter histórico nos llevaría a lo que puede ser una sección ideal de libros sobre Tradición Clásica dentro de una biblioteca universitaria, donde tendríamos acceso, al menos idealmente, a la bibliografía tanto de estudios específicos como de monografías de carácter general acerca del tema.

De esta forma, la relación entre la historiografía literaria y la Tradición Clásica nos permite establecer dos grados de correspondencia: un primer grado en calidad de relato o presentación de la Tradición Clásica como manifestación literaria, frente a un segundo grado, consistente en el estudio historiográfico de la disciplina dedicada a estudiar tales manifestaciones literarias. Este segundo grado, o meta-estudio, viene representado fielmente por el presente Diccionario Hispánico de la Tradición y Recepción Clásica. Asimismo, en otro lugar (García Jurado 2016, pp. 107–192) hemos intentado trazar una breve historia de la Tradición Clásica como disciplina, mediante el establecimiento de cuatro etapas:

  • Etapa previa (1778): la «tradición» antes de la «Tradición Clásica»
  • Primera etapa (1872): de la «tradición» a la «Tradición Clásica»
  • Segunda etapa (1949): la «Tradición Clásica» como relato
  • Tercera etapa (1979): la «Tradición Clásica (grecolatina)» frente a la «recepción»

Así las cosas, la Tradición Clásica tiene como uno de sus propósitos construir la historiografía de la pervivencia de los autores clásicos en las literaturas modernas y, ya en un segundo grado, se puede llevar a cabo una historiografía de la propia Tradición Clásica como disciplina académica.

Unas notas sobre historiografía literaria. Conviene ofrecer unas breves notas acerca de la historiografía literaria, pues, como venimos viendo, constituye las bases para el desarrollo de la disciplina que conocemos como Tradición Clásica. No hay que olvidar que la enseñanza de las historias de la literatura griega y latina forma parte de un nuevo concepto de las humanidades que debe entenderse dentro de la «Altertumswissenschaft», o «ciencia de la Antigüedad», formulada por F. A. Wolf. De hecho, será Wolf quien formule por primera vez, dentro de una lengua moderna, la exposición de la historia de una literatura concebida como una entidad nacional, de manera particular, una «Geschichte der Römischen Litteratur», en su fundamental programa de curso publicado en Halle el año de 1787 (García Jurado y Marizzi 2009). Este modelo, de carácter histórico, supera al estudio meramente imitativo de la retórica y la poética, así como al modelo de los compendios eruditos (llamados Compendiariae y Bibliothecae) a favor de un criterio histórico y nacional que concibe la literatura como la biografía de un pueblo dado. De esta forma, durante la primera mitad del siglo XIX, el estudio de la historiografía de la literatura clásica en las modernas naciones europeas supone un ámbito todavía novedoso que se viene desarrollando, sobre todo, en los dominios culturales que más influencia han ejercido en la materia, tales como el ámbito germánico, el francés, el italiano o el anglosajón.

Una vez aceptada como algo natural, la visión histórica del hecho literario y su relato nacional, con la consiguiente ruptura de una idea unitaria de la literatura, se generan, de manera paralela a lo que ocurre con la incipiente literatura comparada, los estudios de Tradición Clásica adscritos siempre a ámbitos culturales concretos. Se plantea, por tanto, de qué manera un autor clásico, como puede ser el caso de Horacio, pervive en una literatura moderna, como la española, por ejemplo; esto lo que constituye ya una historia como tal del poeta latino en un ámbito moderno. Consecuentemente, la formulación «Horacio en España», enunciada por Menéndez Pelayo para uno de sus primeros libros, comportaría la «historia» de las diferentes manifestaciones sobre Horacio (traductores, comentadores y la poesía considerada «horaciana») dentro de un ámbito cultural (el hispano) cuyo estudio, a partir de la recopilación y ordenación de testimonios, sería concebido, desde criterios positivistas, de manera analítica.

Por lo demás, en lo que atañe a la propia naturaleza del relato historiográfico, este tiende a basarse bien en los géneros literarios, bien en los períodos. La evolución de la historiografía literaria ha propiciado el predominio del esquema de los períodos sobre el de los géneros, pero en el relato de la Tradición Clásica como historia literaria sigue teniendo una importancia específica el relato por medio de los géneros literarios, como el bucólico.

Los propios manuales de historia de la literatura clásica se han preocupado en mayor o menor medida de la tradición de los autores estudiados en ellos. Así lo hemos podido comprobar en la catalogación que a lo largo de diez años hemos hecho de los manuales hispanos de literatura griega y latina (García Jurado 2019). Esta preocupación, especialmente por las modernas traducciones de los clásicos, suele aparecer en forma de apéndice, normalmente al final de cada capítulo. En cualquier caso, a diferencia de las materias que conocemos como «historia de la literatura griega» o «historia de la literatura latina», la «Tradición Clásica» como disciplina no pudo ser contemplada entre las materias que F. A. Wolf formuló para su enciclopedia de la Antigüedad, entre otras cosas, porque faltaban varios decenios para que llegara a ser formulada. Asimismo, debemos añadir la circunstancia de que el interés por la Tradición Clásica, cuando menos en el ámbito hispano, fue en un principio más propio de quienes estudiaban las literaturas modernas. En cualquier caso, parece que todavía hay una idea generalizada de que la historia de la pervivencia de los autores clásicos en otros ámbitos y épocas ajenos a la Antigüedad resulta algo ajeno o prescindible con respecto al estudio propiamente dicho de tales autores. Esta idea debería, cuando menos, ser analizada críticamente. Al tratarse de dos historias, la de un autor como tal y la de su tradición, los límites epistemológicos entre ambas resultan, en la práctica, difusos, pues, en muchos casos, la fortuna posterior de una obra ha modificado profundamente la propia consideración que ahora tenemos de ella. El caso de las Noches áticas de Aulo Gelio resulta paradigmático en este sentido, ya que la época en que alcanzó su mayor difusión e influencia tuvo lugar catorce siglos más tarde de su propio paso por el mundo, en el siglo II de nuestra era (García Jurado 2012).

La dimensión historiográfica del estudio de la literatura. La doble historia. El autor antiguo, concebido doblemente en la dimensión de su propio intervalo biográfico (lo que correspondería al ámbito del estudio de la literatura clásica) y en la de su posterior «pervivencia» (dentro del ámbito del estudio de la tradición), plantearía una suerte de doble historia, con implicaciones interesantes para la propia consideración literaria de un clásico y de su tradición. Benedetto Croce lo expresa de la manera siguiente:

Los requerimientos prácticos que laten bajo cada juicio histórico dan a toda la historia carácter de «historia contemporánea», por lejanos en el tiempo que puedan parecer los hechos por ella referidos; la historia, en realidad, está en relación con las necesidades actuales y la situación presente en que vibran aquellos hechos (Croce 2005, p. 19).

La interacción entre ambas historias da lugar a interesantes hechos de recepción y actualización de la literatura clásica en el mundo moderno, a partir de las diversas tensiones que crean las modernas circunstancias, que a menudo favorecen la reinterpretación del autor antiguo a la luz de nuevas perspectivas. Generalmente, la historia que constituyen las circunstancias modernas va a ser más influyente sobre el propio discurso de la historia de la literatura latina que al revés. Sin embargo, a veces la historia de la literatura clásica como tal sirve también de horizonte para la consideración de aspectos de actualidad (p. e., la figura de Julio César en la discusión sobre la legitimidad de las modernas dictaduras, o la relación entre Lucrecio y Darwin).

Si atendemos, por ejemplo, a la figura de Virgilio como parte de una doble historia, tendríamos, de un lado, la de sus propias circunstancias vitales durante los tiempos de Augusto y, de otro, la de las nuevas circunstancias de su recepción, por ejemplo, la que tiene lugar entre los regímenes totalitarios que afloran en el decenio de los años 30 del siglo XX, coincidiendo con el bimilenario de su nacimiento, y los horizontes culturales propios de finales del mismo siglo, en coincidencia con el bimilenario de su muerte. En buena medida, es el Virgilio que va desde la obra de Theodor Haecker a la de Hermann Broch en España (García Jurado 2018).

Para una historiografía de la Tradición Clásica. Modelos de relato. Habida cuenta de que una de las posibilidades que tenemos a la hora de definir la Tradición Clásica es en términos de un «historia literaria» capaz de crear un relato, es oportuno que analicemos las tres modalidades más significativas que este relato presenta:

  1. la historia de cada autor antiguo, de manera particularizada, en la literatura moderna
  2. la historia de la pervivencia de la literatura grecolatina, de manera general, en la literatura moderna
  3. una organización temática donde, dentro de cada entrada, se consideran aspectos distintos, como temas o motivos, autores antiguos y modernos relevantes, etc.

El primer modelo tiene que ver, básicamente, con las primeras configuraciones de los estudios de Tradición Clásica, a la manera de «Horacio en España» de Menéndez Pelayo (1885). Este modelo historiográfico se caracteriza por su naturaleza eminentemente analítica, de carácter propiamente acumulativo, en la pretensión de recopilar la totalidad de los datos posibles. El estudio de Horacio, así concebido, se sumaría al de los demás autores grecolatinos, en la idea de que las diferentes «partes» configuran el «todo». El modelo, así concebido, presenta una clara naturaleza bibliográfica, encaminada a la recopilación documental.

El segundo modelo encuentra su representación más genuina en la obra de Gilbert Highet, concretamente en su obra titulada The Classical Tradition (Highet 1949), donde aparece configurada una historia de los autores clásicos grecolatinos que se atiene a la periodización de las literaturas modernas. De esta forma, podemos apreciar cómo la lectura de los clásicos pervive a lo largo de períodos tales como la Edad Media, el Renacimiento, o la época barroca, configurando una secuencia que llegaría hasta los tiempos modernos. Una diferencia significativa de este modelo de relato con relación al primero estriba en el hecho de que se traza un relato sintético y global, y no tanto centrado en cada autor antiguo.

Finalmente, el tercer modelo responde básicamente al manual titulado The Classical Tradition, a cargo de Anthony Grafton, Glenn W. Most y Salvatore Settis (Grafton et alii 2010), que ofrece una organización alfabética, desde la entrada «Academy» hasta «Zoology». Al adoptar esta organización temática, se rompe radicalmente con el modelo de Highet, quien, a su vez, había superado el modelo de estudio particular por autores. Esta tercera forma de organización del relato tendría que ver, por tanto, más con una organización temática que cronológica, aspectos ambos que muchos manuales modernos dedicados a la Tradición Clásica han intentado armonizar (García Jurado 2016, pp. 184–192).

Conclusión. Invitación a nuevas perspectivas para abordar una disciplina. En cualquier caso, e independientemente de cómo se lleve a cabo el relato, la Tradición Clásica se ha constituido, en la práctica, como un estudio de carácter eminentemente histórico, lo que ha marginado la posibilidad de un enfoque más orientado a otros ámbitos, como el de la estética. Esto explica por qué la Tradición Clásica ha partido desde sus primeras configuraciones del paradigma de la historiografía literaria para intentar dar cuenta, de la manera más completa posible, de su objeto de estudio. No obstante, de igual manera que hoy día la historiografía literaria se encuentra en un estado de profunda revisión como modelo por antonomasia para la enseñanza de la literatura, también sería oportuno reconsiderar nuestro propio relato de la Tradición Clásica, tanto a la hora de confeccionar manuales como de impartir cursos y seminarios. La Tradición Clásica, más allá de ser un acervo de datos más o menos abrumador, bien podría plantearse como una clave de lectura orientada, sobre todo, a invitarnos a considerar una nueva dimensión de la lectura de los autores modernos a la luz de antiguos textos, textos con los que, acaso, y sin que el lector lo sospeche, la literatura moderna está manteniendo un fructífero diálogo. Si, como apunta Pierre Bayard, «la cultura es la capacidad de situar los libros en la biblioteca colectiva y de situarse en el interior de cada libro» (Bayard 2011, p. 49), resulta todo un reto poder encontrar un mito platónico como el de Theuth en la obra de García Márquez o la Odisea de Homero en una novela de Carpentier.

Bibliografía

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Croce, Benedetto. La historia como hazaña de la libertad, México, Fondo de Cultura Económica, 2005.

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Catálogo Razonado de Manuales Hispanos de Literatura Clásica (1872–1935) (CRMHLC), Madrid, Guillermo Escolar, 2019.

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Grafton, Anthony et alii, eds. The Classical Tradition, Cambridge (Mass.)–London, Harvard University Press, 2010.

Highet, Gilbert. The Classical Tradition, Greek and Roman Influences on Western Literature, Oxford, Clarendon Press, 1949.

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Bibliografía hispano-latina clásica, ed. de Enrique Sánchez Reyes, I–X vols., Madrid, CSIC, 1950–1953.

Francisco García Jurado

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